martes, 23 de febrero de 2010

DE PADRINO A AHIJADO, IDA Y VUELTA



Hoy, después de una espera ciertamente larga, fue anunciado que el Papa Benedicto XVI nombró al P. Alberto Sanguinetti Montero, nuevo obispo de Canelones. Supongo que no ha sido fácil encontrar al Pastor que reuniera las condiciones para guiar la segunda mayor diócesis del Uruguay.
En efecto, entre los 19 departamentos que forman nuestro país, Canelones ocupa el lugar 18 en cuanto a superficie, pero su población es la más numerosa después de Montevideo: más de medio millón de habitantes repartidos de una forma singular.
Canelones es, por una parte, un centro agrícola de cereales, viñas, hortalizas y frutales. Tiene también un cinturón industrial, formado por ciudades satélites de Montevideo, como Las Piedras y La Paz. Hacia el Este, descansando sobre las playas cada vez más pobladas, se extienden la Ciudad de la Costa, compuesta por numerosos suburbios residenciales (entre otros, Shangrilá, Lagomar, Solymar, El Pinar) y la Costa de Oro, que comprende balnearios de veraneo como Atlántida, Las Toscas, Parque del Plata, La Floresta y muchos más.
La atención pastoral de Canelones está repartida entre 38 parroquias de características muy diferentes, cada una de ellas con varias capillas. En la diócesis trabajan, a su vez, comunidades religiosas dedicadas a la enseñanza y a otras tareas, y en ella florecen cuatro monasterios de clausura.
El caso es que el Papa ha decidido confiarle al P. Sanguinetti el cuidado de esta Iglesia “canaria”, cuya población está en permanente crecimiento, y que tendrá sus propias y seguramente no pequeñas dificultades.
Decía que, por el tiempo transcurrido desde que monseñor Orlando Romero, su actual obispo, presentó la renuncia al cargo hasta hoy, parecería que no ha sido fácil encontrar a su sucesor. Pero la larga espera ha hecho que, finalmente, la elección constituya un motivo de especial alegría.
Conozco al P. Sanguinetti desde hace más de 35 años. Siempre he admirado su rara capacidad para desarrollar una intensa tarea docente e investigadora en el campo de la Teología, donde tiene nombre propio, y atender al mismo tiempo serias responsabilidades pastorales como párroco. Asimismo, he disfrutado sus apreciaciones sobre la historia, la música y un sinfín de temas y, sobre todo, acerca de la belleza de la liturgia y de la arquitectura sagrada… y las he visto plasmadas en las reformas de los presbiterios de las parroquias en que ha estado y en la iglesia de Santa Rita, que construyó desde su arranque.
En otras palabras, me consta que el recién nombrado obispo de Canelones tiene un acervo de experiencias y conocimientos, intelectuales y prácticos, que enriquecerán al colegio episcopal de la Iglesia que está en Uruguay.
No obstante, a la hora de encuadrar su elección como obispo, hay que destacar singularmente una circunstancia. Hace once años, la Conferencia Episcopal Uruguaya le confió al P. Sanguinetti una tarea tan importante como compleja: la causa de beatificación de monseñor Jacinto Vera. Lo cual le ha significado sacar de donde no había (es decir, con real sacrificio) muchísimas horas para dedicarlas a investigar y redactar la biografía de nuestro primer santo obispo, según los exigentes requisitos de la Congregación para las Causas de los Santos. Más de una década de perseverante empeño ha dado un fruto extraordinario: 1.600 páginas, en tres volúmenes, que contienen, relatada con rigor histórico, la vida completa del fundador de la Iglesia uruguaya.
Para el recién nombrado obispo de Canelones, el trabajo realizado le ha supuesto una ganancia de altísimo valor: es obvio que conoce mejor que nadie la vida de monseñor Jacinto Vera y su obra, consecuencia de su amor a Dios y a la Iglesia. Y viceversa: en su día, monseñor Vera le deberá en gran medida al P. Sanguinetti el honor de los altares… En suma, creo que es bien legítimo pensar ahora en una relación padrino-ahijado entre quien fue párroco, precisamente, de Canelones, y quien estará al frente de esa diócesis. La Iglesia es Comunión de los Santos. En el tuteo familiar con que a ellos los tratamos, la relación entre los dos podría traducirse así: - Jacinto… - ¿Qué le pasa, m’hijo? - ¿Tú que harías en mi lugar?... Y vendrá el soplo desde el Cielo, sin ninguna duda.

jueves, 18 de febrero de 2010

LOS OBISPOS DE IRLANDA CON EL PAPA


Por la gravedad del tema, hay un revuelo informativo inusual sobre la reunión que ha mantenido el Papa con los obispos irlandeses. En La Iglesia en la prensa, blog que recomiendo, encuentro esta acertada valoración del hecho.

Me han llamado la atención varios aspectos de la reunión que el Papa mantuvo en Roma, el 15 y 16 de febrero, con los obispos de Irlanda para tratar de la dolorosa cuestión del abuso de menores cometido por algunos sacerdotes en los pasados decenios. Los sintetizo en estos tres: 1) la radicalidad con la que el Papa ha abordado el tema: no hay paños calientes ni consideraciones que puedan llevar a ocultar el dato objetivo de que se trata de crímenes; 2) el sentido de responsabilidad de los obispos irlandeses, que se asumen la culpa del fracaso para atajar eficazmente esos abusos (aunque en muchos casos, se trate de episodios lejanos en el tiempo); 3) la abundante cobertura informativa que se ha ofrecido de la reunión y la plena apertura a colaborar con la justicia civil.

Entre los numerosas crónicas y artículos publicados, me ha interesado lo que dice hoy Filippo di Giacomo en L'Unità, antiguo órgano del Partido Comunista Italiano. Se refiere a los prejuicios con que a veces se ha abordado el tema Iglesia y pedofilia, como si la culpa de los crímenes la tuviera el celibato. “En realidad, afirma, fuentes no confesionales fijan en el 0,3 por ciento el porcentaje de infamia para el clero católico, una cifra mucho más baja de la que afecta a otras categorías profesionales y a los ministros de otras religiones, los cuales al no ser católicos y al trabajar en tierras anglosajonas acaban -con toda justicia- ante los tribunales, pero son ignorados por la prensa, incluida la prensa católica”.

El veterano periodista Luigi Accattoli comentaba ayer en Liberal el dato positivo de que la Iglesia estuviera reaccionando, y enumeraba los pasos llevados a cabo por Benedicto XVI en estos casi cinco años de Pontificado. Anota Accattoli que ante el desolador panorama moral, la única institución que hace autocrítica es la Iglesia católica. Sin quitar nada a la gravedad de los casos, es significativo que “nuestra sociedad civil y política parece no advertir la corrupción omnipresente, el tráfico indecente y el prostíbulo que la están arrasando”.

Pienso que este episodio es una buena muestra práctica de una de las funciones del papado en la Iglesia, para aquellos que defienden a ultranza “la autonomía local frente a Roma”: si no hubiera sido por la reacción del Papa, la situación "local" estaría cada vez más empantanada, hubieran sido incapaces de salir del hoyo...

(Aquí se encuentra el Comunicado de Prensa sobre la reunión de Benedicto XVI con los obispos de Irlanda).

sábado, 13 de febrero de 2010

80 AÑOS DE LAS MUJERES DEL OPUS DEI

Me han impresionado las palabras de Benedicto XVI, el 13 de enero pasado, cuando decía que "los santos, guiados por la luz de Dios, son los auténticos reformadores de la vida de la Iglesia y de la sociedad". El 14 de febrero de 1930 (sólo 80 años han pasado) san Josemaría Escrivá de Balaguer, santo y guía de santos, descubrió que Dios quería que también hubiera mujeres en el Opus Dei. (Descubrió es el verbo exacto: él no había pensado en ellas).
Desde entonces hasta hoy, miles de mujeres de todo el mundo han encontrado en el espíritu de san Josemaría el modo de alcanzar la santidad. Casadas en su gran mayoría, como es natural, tratan de irradiar el espíritu cristiano desde sus familias. Y muchas otras mujeres han encontrado también que, cuando Dios llama a entregarle la vida entera, vale la pena decirle que sí.
Angela Fortunato, norteamericana, que trabaja en los servicios de sanidad de su país, cuenta en este video, con todo detalle, el proceso de su vocación.


jueves, 11 de febrero de 2010

LAS MUJERES, CENTINELAS

Hoy estoy con el pensamiento en Lourdes, donde en setiembre de 2008 disfruté, en persona, de unos días inolvidables. Antes conocía ese bendito lugar sólo por fotos; desde que estuve allí, en la Gruta en la que se apareció la Virgen a Bernadette Soubirous, recordarlo es motivo para renovar la decisión de poner más empeño en llevar a la práctica lo que la Inmaculada Conceción pidió a la muchacha: que recemos el Santo Rosario: se sobreentiende, que lo recemos con devoción.
La Gruta de las Apariciones es un lugar que emite ondas de una paz extraordinaria. El silencio se impone por sí mismo, sin necesidad de cuidados especiales. ¿Cómo no guardarlo espontáneamente, apenas se recuerda que ahí posó sus pies la Madre de Dios? Que delante de esa imagen rezaron, ¿cuántos santos?

Cuando estuve en la Gruta recordé especialmente a Juan Pablo II, que ocho meses antes de irse al Cielo y en un estado físico lastimoso, quiso peregrinar a Lourdes para "implorar a la Virgen un despertar de la conciencia moral de los hombres". Y recordé unas palabras suyas estremecedoras: dijo que, al encomendarle su mensaje a una muchacha, "María lo hizo como para subrayar la misión peculiar que corresponde a la mujer en nuestro tiempo, tentado por el materialismo y la secularización". Después, dirigiéndose a las mujeres, agregó: "A vosotras, las mujeres, os corresponde ser centinelas del Invisible".

¿Qué significa esta misteriosa expresión, que el Papa no aclaró? Dejo las puertas del diálogo abiertas.

jueves, 4 de febrero de 2010

CONVERSACIÓN EN LA PELUQUERÍA

El lunes pasado fui a la peluquería. Voy cada dos meses y algo, tiempo suficiente para darle un poquito de trabajo al peluquero. El caso es que, encontrándome a diez minutos de Las Piedras, fui sin más trámites a la primera peluquería que encontré en esa ciudad-dormitorio, la más grande del Uruguay.

No había nadie en la peluquería, además del peluquero, un muchacho de 28 años. Me senté en un sillón viejo como el de la foto y, con la ilusión de un converso, el peluquero me contó su historia.

Yo estaba en la droga, sabe… Y un día fui a la casa del hombre que me la daba y… no podrá creer: lo encontré escuchando la radio y llorando… ¡cómo lloraba! Es que le estaba llegando la Palabra, ¿sabe? Entonces yo también me puse a escuchar. El Pastor decía que Jesucristo nos quiso tanto que murió por nosotros, por nuestros pecados, que Jesucristo es el único que puede salvarnos, que él quiere que le abramos el corazón… Bueno, usted ya sabe, ¿verdad?

Al ver así a mi amigo, llorando de la emoción por lo que oía, yo empecé a seguir ese programa de radio y un domingo fui al templo evangélico, y al domingo siguiente volví: es que me hacía bien lo que decían, me llegaba la Palabra… La verdad es que yo lo que quería era dejar la droga, y que mi esposa también la dejara… Andábamos horrible los dos, nos llevábamos muy mal. El caso de ella era más difícil, porque estaba en la cocaína, ¿me entiende? Yo la animaba para que me acompañara al templo, pero ella no quería saber de nada. ¡Qué cabeza dura! Porque fíjese que, de a poco, ¡yo estaba consiguiendo dejar la droga! Pero ella no aflojaba…

Hasta que un día, por fin, se decidió y me acompañó. Llegó llorando de puro desesperada, y salió… ¡llorando por la paz que tenía! ¡Le había llegado la Palabra! Usted sabe que dejó la droga de la noche a la mañana... ¡Qué felicidad, qué liberación! Yo, qué quiere que le diga… Al que dice que Dios no existe, que Jesucristo no existe, yo le tengo lástima; de entrada me da lástima, pero después lo ayudo a que conozca a Jesús, que se le acerque, que se abra a Él. Y acá, en la peluquería, fíjese que está al lado de un bar… Aquí vienen borrachos… Bueno, yo trato de darles ejemplo: les hablo bien, sin usar palabras que no corresponden… Yo sé que se dan cuenta de que soy diferente, que conmigo esas cosas no funcionan, ¿vio?

Ahora mi esposa y yo estamos bárbaro, tenemos dos hijos, nos queremos, tenemos trabajo, rezamos juntos... ¿se puede pedir más?