Leí y releí la Carta de Benedicto XVI en la que explica por qué levantó la excomunión a los cuatro obispos lefebvristas. No sé qué admirar más, si la transparencia llena de humildad del Papa, que reconoce sus eventuales equivocaciones de información (¿y los que deberían asesorarle?...: es otro tema), o su finísima sensibilidad de Pastor de toda la Iglesia, que le llevó a tomar esa decisión, o... Hay mucho para comentar. En todo caso, leo y medito lo que dice sobre las prioridades que tiene la Iglesia, y trato de pedir ayuda al Cielo para que la admiración se me convierta en realidad concreta. Destaco en el texto lo que subrayé para mí un montón de veces.
"Creo haber señalado las prioridades de mi Pontificado en los discursos que pronuncié en sus comienzos. Lo que dije entonces sigue siendo de manera inalterable mi línea directiva. La primera prioridad para el Sucesor de Pedro fue fijada por el Señor en el Cenáculo de manera inequívoca: "Tú… confirma a tus hermanos" (Lc 22,32). El mismo Pedro formuló de modo nuevo esta prioridad en su primera Carta: "Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere" (1 Pe 3,15). En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1), en Jesucristo crucificado y resucitado. El auténtico problema en este momento actual de la historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto".
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