
De entre mil recuerdos, me golpea dulce y fuertemente su apasionada insistencia en la necesidad de frecuentar "el sacramento de la misericordia divina": ¡a grito pelado lo pregonaba en Argentina, en Brasil, en Chile, en Perú, en Ecuador..., en todos los sitios!: "¡a confesar, a confesar!", pedía a voces: "¡Si en estas tres semanas que he estado en Argentina, tres personas se han acercado a Cristo por medio de la Confesión, yo no he perdido el tiempo!"...
Escucho hoy a Benedicto XVI, "il dolce Cristo in terra", como le llamaba recogiendo el decir de santa Catalina de Siena, pidiéndonos a los sacerdotes que encontremos el tiempo para estar en el confesonario y dedicarnos a ese ministerio en el que nadie puede sustituirnos... Le pido a san Josemaría, sacerdote secular que amaba con amor de predilección a todos los sacerdotes seculares del mundo, que sepamos hacerle eco eficaz.
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