domingo, 30 de agosto de 2009

¿La reforma de la reforma? (1)



Andrea Tornielli es un vaticanista italiano que publica en Il Giornale, de Milán y en su blog Sacri Palazzi. Tornielli, que suele ofrecer informaciones confiables, publicó en Il Giornale del 22 de agosto la que he traducido para los lectores de este blog. El título –“El documento secreto”- va más allá, sin duda, del contenido de la información. El caso es que provocó un “desmentido” del cardenal Bertone, que también ofreceré, y una posterior aclaración de Tornielli, que asimismo podrán leer aquí. "Cuando el río suena”…

EL DOCUMENTO SECRETO.
RATZINGER REFORMA LA MISA. BASTA A LA COMUNION EN LA MANO.


Roma. El documento fue entregado a Benedicto XVI en la mañana del 4 de abril pasado, por el cardenal español Antonio Cañizares Llovera, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino. Se trata del resultado de una votación reservada, que tuvo lugar el 12 de marzo, en el transcurso de la reunión plenaria del dicasterio encargado de la liturgia y representa el primer paso concreto hacia la “reforma de la reforma”, tantas veces auspiciada por el Papa Ratzinger. Casi por unanimidad, los cardenales y obispos miembros de la Congregación votaron a favor de una mayor sacralidad del rito, de recuperar el sentido de la adoración eucarística, de recuperar la lengua latina en las celebraciones y rehacer las partes introductorias del misal, para poner freno a los abusos, a las experimentaciones salvajes y a las creatividades inoportunas.
También se mostraron favorables a confirmar que el modo usual de recibir la Comunión según las normas no es en la mano, sino que este debe permanecer como un hecho extraordinario.
El “ministro de la liturgia” del Papa Ratzinger, Cañizares, está también haciendo estudiar la posibilidad de recuperar la orientación del celebrante hacia el Oriente, al menos en el momento de la consagración eucarística, como se practicaba antes de la reforma, cuando tanto los fieles como el sacerdote miraban hacia la Cruz y el celebrante daba la espalda a la asamblea.
Quien conozca al cardenal Cañizares, apodado “el pequeño Ratzinger” antes de venir a Roma, sabe que tiene la intención de llevar adelante el proyecto, con decisión, partiendo de lo que establece el Concilio Vaticano II en la constitución litúrgica Sacrosanctum Concilium, que en realidad fue superada por la reforma post conciliar que entró en vigor al final de los años Sesenta. El purpurado, entrevistado por 30 Giorni en los meses pasados, había dicho al respecto: “A veces, se han hecho cambios por el simple gusto de cambiar respecto a un pasado que se percibía como completamente negativo y superado. Otras veces se concibió la reforma como una ruptura, y no como un desarrollo orgánico de la Tradición”.
Por esto, las “propositiones” votadas por los cardenales y obispos en la sesión plenaria de marzo auspician un regreso al sentido de lo sagrado y a la adoración, pero también la recuperación de las celebraciones en latín en las diócesis, al menos en las principales solemnidades, así como la publicación de misales bilingües –un deseo que había manifestado en su tiempo Pablo VI- con el texto en latín.
Las propuestas de la Congregación que Cañizares presentó al Papa, obteniendo su aprobación, están perfectamente en línea con la idea tantas veces expresada por Joseph Ratzinger cuando era cardenal, como atestiguan los pasajes inéditos sobre la liturgia anticipados ayer por Il Giornale, que serán publicados en el libro Davanti al protagonista (Cantagalli), presentado en el Mitin de Rimini. Pero hay una “nota bene” muy significativa: para llevar a la práctica la “reforma de la reforma” se necesitarán muchos años. El Papa está convencido de que no serviría de nada apresurarse, ni dar simplemente directrices desde lo alto, con el riesgo de que queden en letra muerta. El estilo de Ratzinger es el de comprobar y, sobre todo, el del ejemplo. Lo demuestra el hecho de que, desde hace más de un año, quien vaya a recibir la Comunión del Papa, se debe arrodillar en el reclinatorio que preparan los ceremonieros.

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