martes, 19 de enero de 2010

DISFRUTAR PARA SIEMPRE


En Montevideo, en la esquina de Bulevar Artigas y una calle poco conocida, Caribes, a dos cuadras de Garibaldi, hay un edificio que pasa casi desapercibido: es de ladrillo visto blanqueado, de una planta, y a la fachada que da a Bulevar, hace poco tiempo se le añadió otro piso.
La entrada es por Caribes, mediante una rampa pensada para personas que tienen dificultades para caminar, es decir, casi todas las que viven en esa casa. Se trata del Hogar Sacerdotal, lugar de destino de los sacerdotes uruguayos enfermos y de los ya retirados. El Hogar está bajo el patrocinio de Monseñor Jacinto Vera, primer obispo uruguayo al que esperamos ver pronto beatificado.
Era razonable pensar que el P. José Bonifacino (conocido por “Pepe” en todas partes y por todos) podría disfrutar un día del calor de familia unida que se vive en la casa (a las religiosas que atienden el Hogar les cabe, en este sentido, un papel de primera importancia imposible de agradecer). Estoy seguro de que su disfrute no hubiera sido nunca pasivo, sino que lo imagino dándole sabor a mate a mil historias sacerdotales que, al compartirlas con otros hermanos, serían la expresión exacta del orgullo bueno del sacerdote que ha sido fiel.
“Pepe” Bonifacino trabajó mucho por el Hogar Sacerdotal: juntó dinero para su sostenimiento y ampliación, se preocupó de la administración de los fondos y, sobre todo, de la atención esmerada de los sacerdotes que viven en esa casa. Y hete aquí que, cuando no era razonable esperarlo porque le faltaban un montón de años para retirarse, un cáncer fulminante se lo llevó ayer al Cielo.
Me viene al recuerdo la homilía que pronunció en la fiesta del Cura de Ars de hace tres o cuatro años, en la Misa que concelebramos todos los sacerdotes. Habló con emoción de san Juan María Vianney, de su vida de oración, de su entrega… Dejó en todos un sabor a autenticidad, muy valioso. Desprendido del trabajo por el Hogar, que no disfrutó, “Pepe” se nos fue en este Año Sacerdotal que estamos celebrando en todo el mundo. Toda una enseñanza la de “Pepe”, a quien no le gustaba enseñar sino compartir.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Conocí a Jose Luis cuando él tenía 15 años y yo 16:en el Seminario de Toledo (Canelones). Él terminaba su liceo allí.
Siempre generoso, siempre entregado a lo que hubiera para hacer. Siempre franco y derecho.
Yo siempre le llamé por su nombre: José Luis (nunca fue Jose a secas) y él se firmaba José Luis o José L.
Un sacerdote a carta cabal. Tengo muchísimos recuerdos de él.
Alberto Sanguinetti M.

Anónimo dijo...

UNA PERSONA SENCILLA HUMILDE SERVICIAL UNO MAS ENTRE NOSOTROS MAESTRO DE MAESTRO VIVIA EN LA MAYOR HUMILDAD Y SENCILLEZ APENAS UNA CAMA UNOS LIBROS UNA COMPUTADORA VIEJA POCA ROPA GASTADA POR EL USO Y EL TIEMPO NOS DEJO ESTE MENSAJE FIRMES EN SU PALABRAQUE ES LA UNICA QUE NO PASA GRACIAS PEPE SUSANA TECHERA

Anónimo dijo...

Pasan los días y uno no cae en la cuenta de la pérdida que no significa Pepe, desde la fe la certeza en la vida. Ver la emoción de quienes le quisimos bien y de sus compañeros curas hace que uno renueve la fe en esta iglesia nuestra, tan cascoteada, pero tan llena de testigos.
Gracias por haber conocido y conocer tanto cura bueno y sincero, que deja su vida por la comunidad. Gracias a esta iglesia de Montevideo.

Fernando Ordóñez