martes, 11 de mayo de 2010

MAREA NEGRA, MAREA BLANCA


Hay tanta preocupación en todas partes –con razón- por el derrame de petróleo en el Golfo de México, que los responsables reciben en un sitio web ideas de donde vengan, para conseguir detener el terrible caudal negro. Pienso que estamos ante una gran parábola: ¿se podrá parar de alguna manera la podredumbre moral que afecta al mundo entero?
Benedicto XVI, al llegar esta mañana a Lisboa, ha dado ideas blancas y frescas que es necesario meditar a fondo y conseguir –trabajo de largo aliento- no sólo detener la descomposición global galopante, sino crear una nueva cultura. Reproduzco sólo algunas de sus palabras y recomiendo
pinchar aquí estos días y seguir en su versión íntegra la enseñanza del Papa.



  • La esperanza tiene, como primera y radical dimensión, no la relación horizontal, sino la vertical y transcendente. La relación con Dios es constitutiva del ser humano, que ha sido creado por Dios y destinado a Dios: por su propia estructura cognitiva busca la verdad, tiende al bien en la esfera volitiva, y en la dimensión estética es atraído por la belleza. La conciencia es cristiana en la medida en que se abre a la plenitud de la vida y de la sabiduría, que tenemos en Jesucristo. La visita, que ahora inicio bajo el signo de la esperanza, pretende ser una propuesta de sabiduría y de misión.


  • El justo ordenamiento de la sociedad deriva de una visión sapiencial de la vida y del mundo. Radicada en la historia, la Iglesia está abierta a colaborar con quien no excluye ni reduce al ámbito privado la esencial consideración del sentido humano de la vida. No se trata de una confrontación ética entre un sistema laico y un sistema religioso, sino de una cuestión de sentido, al cual se confía la propia libertad. El punto clave es el valor que se atribuye a la cuestión del sentido y a su implicación en la vida pública.


  • Vivir en la pluralidad de sistemas de valores y de cuadros éticos requiere un viaje al centro del propio yo y al núcleo del cristianismo, para reforzar la calidad del testimonio hasta la santidad, para encontrar caminos de misión hasta la radicalidad del martirio.

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