miércoles, 30 de junio de 2010

¿QUÉ PASA EN BÉLGICA?


Lo que ha pasado en Bélgica no tiene nombre. ¿O sí lo tiene?... La Policía interviene en la reunión de la Conferencia Episcopal; durante 9 horas no deja que los obispos salgan del edificio; secuestra los celulares; perfora (profana) las tumbas de dos Cardenales, en la Catedral de Malinas (en la foto) y examina con minicámaras de televisión si acaso hubiera allí documentos acusatorios de pedofilia que los prelados trataban de ocultar… ¿Qué es todo esto, tan “danbrownesco”?

Benedicto XVI ha deplorado lo que ha sucedido, aunque ha reafirmado su voluntad de que la Justicia cumpla con su deber y aclare los abusos sexuales. Pero también ha pedido que se respete a las víctimas. Y es que las autoridades han secuestrado las denuncias de muchas víctimas que decidieron no acudir a la Policía sino a la comisión encargada de evaluar el problema, a condición de permanecer en el anonimato.
El presidente de esta Comisión sobre abusos sexuales, Peter Adriaenssens, ha dimitido porque considera que la justicia belga lo ha utilizado como anzuelo para engañar a las víctimas.

En el Corriere della Sera, Vittorio Messori ha escrito: “Habría que recordar cosas evidentes pero olvidadas por Bélgica, que se ufana se de uno de los países más secularizados, donde la marginación de los católicos crece cada día. El Estado nace en 1830, por la libre unión de valones y flamencos: hablaban idiomas distintos, tenían tradiciones e historias diversas, pero estaban unidos por un catolicismo sólido y fervoroso: lo que no soportaban era someterse al persecutorio calvinismo holandés. La unión duró hasta que el país se reconoció como católico: ahora, cuando se ha disuelto ese único pegamento, Bélgica es una ficción ingobernable. Quizás, operaciones semejantes (a la de la Policía contra los obispos), confirman la confusión de un Estado que, al menos en su “intelligenzia”, parece unido solamente por la aversión anti romana”.

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