lunes, 29 de marzo de 2010

DOMINGO DE RAMOS EN NUEVA YORK

Ayer celebré Misa en Nueva York. Y, cuando volvía a mi casa caminando durante media hora larga, entendí quizás mejor que nunca que la Iglesia es infinitamente más que las noticias. Mejor aún: para encontrar a la Iglesia, y conocerla y quererla, hay que estar con quienes, precisamente, nunca son noticia.
Nueva York es un barrio muy pobre de Paysandú, en el que nunca había estado. Su nombre, según me contó una señora mayor de allí, le quedó desde hace muchos años, cuando se empezaban a levantar las primeras casitas de lata de la zona. Un líder visionario dijo entonces:
- Con el tiempo, donde hoy hay casas de lata habrá rascacielos, como en Nueva York.
Le erró a la profecía, le erró feo. Pero el nombre quedó, contrastado fieramente con la realidad de unas casitas pobres, con jardincitos descuidados adelante y atrás, con cantidad de niños vestidos con lo mínimo, perros por doquier, caballos sueltos y, sobre todo, hombres y mujeres envejecidos antes de tiempo, con sus manos ajadas por años de trabajo en la tierra… o en donde sea.
Pero tienen fe, y en la capilla que se construyó hace medio siglo (en la foto) y que está presidida por una imagen enorme de María Auxiliadora, ayer se encontraban apretujados, enarbolando cada uno, como un tesoro, su ramo de olivo recién bendecido.
Al terminar la Misa, mientras volvía a casa perdiéndome por las calles de Nueva York (hombres y mujeres tomando mate en la vereda –donde la hay- niños llorando, madres que gritan, un perro que se acerca con cara de malo pero no…) oigo una voz de mujer a mis espaldas:
-¡Padre, qué suerte que lo encuentro!
Tiene ¿cuántos años? ¿Sesenta, setenta y cuatro, ochenta?... Me cuenta que no pudo ir a Misa porque tiene deshecha la espalda, pero que ella, siempre que puede, va. Y que le parece un milagro que aparezca un Padre justo el Domingo de Ramos. Le pide entonces con toda humildad: - ¿Usted sería tan amable de entrar un momento en mi modesta casita y darnos su bendición?
La casita es una única habitación donde está la cama de matrimonio con su colcha bien puesta y, en el centro de la almohada, la Biblia. Encima de la cama, un poster del Sagrado Corazón.
- ¡José, vení a recibir la bendición!
Su marido sale de una puertita que está a la izquierda, donde adivino un baño minúsculo. José tiene, seguro, 2000 años. Lleva un Rosario en el cuello y sonríe abiertamente. Mucho más allá de sus pocos dientes y de su piel ennegrecida, se le transparenta un alma blanquísima.
Trato de concentrarme para invocar la bendición del Cielo… y miro al suelo: hay baldosas sólo hasta la mitad del cuarto, hasta donde les dio la plata; el resto es portland. Reciben la bendición con piedad extraordinaria y la agradecen como un fantástico regalo.
Volví a mi casa contento de poder revivir, en Nueva York de Paysandú, la alegría de la entrada de Jesús en Jerusalén. A estos sanduceros neoyorkinos les traen sin cuidado los dimes y diretes periodístico-eclesiásticos; son sabios: viven de su fe enraizada en la Cruz de cada día

viernes, 26 de marzo de 2010

VIERNES DE PASIÓN

“El escándalo es el catolicismo, ¡estúpido!”. Con este título comenta las noticias de estos días el ateo norteamericano Michael Wolff. Tiene razón. El problema de fondo no son tanto los casos de pedofilia –horribles- sino el escándalo que provoca la Iglesia misma, con el Papa a la cabeza, que no pocos desean, inútilmente, que desaparezca.
El New York Times es el mayor, el más influyente de los medios laicistas y anticatólicos. ¿Cómo extrañarse de que ahora salga con un nuevo caso (de hace más de 20 años), pretendiendo con él embarrar al Papa?
Leí primero la Declaración del portavoz vaticano, P. Lombardi, acerca del caso del P. Murphy. Después fui al Corriere della Sera, que destaca con grandes caracteres el escándalo, y ofrece el link a los documentos (¡82!) del NYT. Cuando terminé de leer algunos de ellos (tedio feroz), me preguntaba: ¿de dónde sacó el NYT todo esto? Entonces fui a Sandro Magister, vaticanista serio, y encontré la mano peluda.
Primero el caso, ciertamente trágico y grave. El P. Lawrence C. Murphy, sacerdote de la diócesis de Milwaukee, trabajó de 1950 a 1977 en una escuela para chicos sordos y sordomudos y abusó de 29 de ellos, incluso durante la Confesión.
En los años 70 algunas víctimas denunciaron al autor a las autoridades civiles, pero las acusaciones no prosperaron por falta de pruebas. Ninguno dijo nada a la Congregación para la Doctrina de la Fe. En julio de 1996, el arzobispo de Milwaukee, el benedictino Rembert G. Weakland, le escribió al Cardenal Ratzinger sobre el caso. En marzo de 1997, el entonces secretario de la CDF, Mons. Tarcisio Bertone, le dio instrucciones al obispo para que iniciara un proceso canónico. Pero el acusado, el P. Murphy, en enero de 1998 le escribió directamente al Cardenal Ratzinger diciéndole que estaba arrepentido de lo que había hecho, que se encontraba gravemente enfermo y quería vivir, el poco tiempo que le quedaba, como sacerdote.
En consideración de sus precarias condiciones de salud y por el hecho de su arrepentimiento y, sobre todo, porque nada se había señalado en su contra en los últimos veinte años, las instrucciones de Roma, después de un encuentro con los obispos involucrados, fueron sugerir que el P. Murphy fuese aislado y restringido en sus facultades de ejercitar el ministerio sacerdotal. Cuatro meses después, el P. Murphy falleció.
En el Comunicado de prensa del P. Lombardi hay más detalles sobre el caso, pero volviendo al principio: ¿quién ha tenido interés en sacar todo esto a la luz?
Ex arzobispo Rembert Weakland
Dice Sandro Magister: “En el artículo del NYT, quien echa las culpas a las autoridades vaticanas es sobre todo el ex arzobispo de Milwaukee, Rembert Weakland. Hay que recordar que Weakland no es más arzobispo de Milwaukee desde 2002, cuando fue dimitido después de que un ex estudiante de Teología lo acusara de violencia carnal, rompiendo el secreto que el mismo Weakland le había impuesto a cambio de 450.000 dólares, sustraídos de la caja de la arquidiócesis. Cuando en el 2002 el escándalo salió a la luz, la prensa “liberal” no condenó a Weakland. Más aún, lo trató con mucha consideración, como convenía a un celebrado campeón de la Iglesia progresista. Weakland era un decidido defensor de la admisión de la mujer al sacerdocio. En el terreno de la moral sexual estaba muy lejos del rigor de Juan Pablo II, pero cuando en Estados Unidos estalló el escándalo de las violencias sexuales cometidas por sacerdotes, se declaró partidario de la línea más intransigente, la tolerancia cero”.

Hoy es Viernes de Pasión. Recuerdo el
Via Crucis del Cardenal Ratzinger, del Viernes Santo de 2005. En la IX Estación escribió: " ¿no deberíamos pensar en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? (...) ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf Mt 8,25)".

Empieza la Semana Santa. Sugiero meditar a fondo el Via Crucis, dejando hablar al corazón.

martes, 23 de marzo de 2010

¿QUIÉN LE TIRA A IRLANDA LA PRIMERA PIEDRA?


La Carta del Papa a los católicos de Irlanda ha sido escrita con sangre y lágrimas. En mis 36 años largos de sacerdocio, nunca había leído conceptos tan desgarradores como los de Benedicto XVI, expresando su dolor por lo sucedido en una parte de la Iglesia Católica. El Papa se manifiesta “profundamente consternado” y comparte “la desazón y el sentimiento de traición” por “los actos pecaminosos y criminales” cometidos por algunos clérigos y por “el modo en que fueron afrontados por las autoridades de la Iglesia en Irlanda”.

Dice a las víctimas de los abusos: “vuestra confianza ha sido traicionada y violada vuestra dignidad” y por eso expresa “abiertamente la vergüenza y el remordimiento que sentimos todos”. A quienes cometieron esos actos les advierte severamente: “Habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y por sus padres. Debéis responder de ello ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos. Habéis perdido la estima de la gente de Irlanda y arrojado vergüenza y deshonor sobre vuestros semejantes”.

Con la misma claridad y dolor se dirige a los obispos: “algunos de vosotros y de vuestros predecesores han fracasado, a veces lamentablemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones”.

La Carta de Benedicto XVI debe leerse completa, de cabo a rabo, y debe ser meditada en profundidad y en nombre propio: en una primera aproximación porque, como dice con razón el refrán, “cuando las barbas de tu vecino veas cortar…”

¿Por qué en Irlanda pasó lo que pasó? Dice Benedicto XVI: “las prácticas sacramentales y devocionales que sustentan la fe y la hacen crecer, como la confesión frecuente, la oración diaria y los retiros anuales se dejaron, con frecuencia, de lado”. También se refiere a “los procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa, la insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados”.

Tampoco son exclusivos para la Iglesia que está en Irlanda, los remedios que propone para superar la crisis: “os animo a redescubrir el sacramento de la Reconciliación y a utilizar con más frecuencia el poder transformador de su gracia. Hay que prestar también especial atención a la adoración eucarística, y en cada diócesis debe haber iglesias o capillas específicamente dedicadas a ello”.

Benedicto XVI pide a los obispos: “En particular, preocupaos por la vida espiritual y moral de cada uno de vuestros sacerdotes. Servidles de ejemplo con vuestra propia vida, estad cerca de ellos, escuchad sus preocupaciones, ofrecedles aliento en este momento de dificultad y alimentad la llama de su amor por Cristo y su compromiso al servicio de sus hermanos y hermanas”. Con palabras de San Agustín, les recuerda que, para los fieles, “sois un obispo, y sin embargo, con ellos estáis llamados a ser un discípulo de Cristo”. Y es el Papa, en primer lugar, quien así se considera: conmueve leer el final de la Carta, cuando se despide de los irlandeses “con la atención que un padre presta a sus hijos y el afecto de un cristiano como vosotros, escandalizado y herido por lo que ha ocurrido en nuestra querida Iglesia”.

La Carta a los irlandeses, escrita con sangre y lágrimas, es una invitación implícita a hacer el propio examen de conciencia en cada Iglesia. El Papa la firmó el 19 de marzo. Dos días más tarde, quinto Domingo de Cuaresma, leímos el episodio de la mujer adúltera y las palabras ejemplares y estremecedoras de Jesús: “Quien no tenga pecado, tírele la primera piedra”.

lunes, 15 de marzo de 2010

PEDOFILIA: ¿SÓLO EL VATICANO ES NOTICIA?



Todos los diarios del mundo están, dale que te dale, al tema de los sacerdotes que han faltado muy mal al sexto mandamiento, a la actitud del Vaticano y, puestos a largar "soluciones", hay quienes dicen que hay que olvidarse del celibato, y a ellos los acompañan otros que piensan que "las mujeres deben estar más cerca de los curas" (?) y etcétera. En este runrun de los medios de información, que apuntan sus tiros a la Iglesia Católica en exclusiva, el artículo que publicó Vittorio Messori hace cuatro días en el Corriere della Sera, me parece realmente justo. La traducción es mía.




Me disculparán si comienzo con una experiencia personal. Pienso que puedo agregar una pequeña tesela al oscuro mosaico del sexo de los adultos con menores. (…)

Cuando terminé la universidad y estaba esperando una ocasión para entrar en algún periódico o en una editorial, oí hablar de una posibilidad de trabajo temporal como asistente –una especie de vigilante o tutor- en colegios que eran internados. Me presenté en algunos de ellos (todos laicos, ninguno religioso) y fui llamado para una entrevista y una primera experiencia. Hablando con algunos que podrían llegar a ser colegas, escuché algunas cosas que no entendí: el sueldo era escaso, el trabajo exigente, pero, a cambio, había beneficios reservados que compensaban los sacrificios. Sólo lo comprendí cuando, en un colegio para hijos de ricos burgueses, un cincuentón me dijo guiñándome el ojo: “¡Ven, no lo dudes! Durante el día se trabaja mucho, pero de noche, nuestros cuartos están al lado de los de los chicos!...” Teniendo, como tenía, otra clase de hábitos nocturnos, cambié de dirección en mi búsqueda de trabajo, aunque fuera temporal.
Pasaron los años y, como enviado de un diario, visité muchos manicomios en proceso de clausura por la ley Basaglia. En muchos de ellos ni siquiera se preocupaban de ocultar que los recuperados y recuperadas menores de edad eran un “botín” tan apetitoso, que provocaban luchas encarnizadas entre médicos y paramédicos. Los sindicalistas callaban; más aún, en una de aquellas casas me dijeron que ellos se habían reservado un derecho de preferencia entre los imberbes.
Aunque la vida es larga y son tantos los encuentros, no he olvidado uno con un capitán de navío que, en la mesa, riéndose en voz alta, me contaba la suerte –divertida, para él- que corrían, y corren, los quinceañeros embarcados como mozos en los innumerables barcos de cualquier bandera que surcan los mares.
Estas son solamente pequeñas apostillas a lo que dijo el otro día el portavoz vaticano, P. Federico Lombardi: “Ciertamente, lo ocurrido en ciertos ambientes religiosos es particularmente reprobable, dada la responsabilidad educativa y moral de los hombres de Iglesia. Pero quien es objetivo y está informado sabe que el problema es mucho más amplio y que concentrar las acusaciones sólo sobre la Iglesia es una perspectiva falsa”. El P. Lombardi citó la encuesta hecha por el gobierno austríaco: “Diecisiete casos de molestias o violencias imputadas a religiosos católicos, 510 en otros ambientes. ¿No sería justo, sobre todo por las víctimas, que se ocuparan al menos un poco también de ellos?”. En América, en la nube de innumerables iglesias, templos, sectas, comunidades religiosas, no hay ninguna que no deba enfrentar denuncias de fieles, hombres y mujeres, por actitudes reprobables de ministros del culto. Ni siquiera las instituciones de la extendida comunidad hebrea americana están libres del diluvio del contagio. Sacerdotes, pastores, rabinos, a menudo se encuentran juntos en los tribunales. Y lo mismo sucede a tantos que trabajan en ambientes más laicos y ajenos a perspectivas religiosas, como he recordado.
No obstante, parece que sólo la Iglesia Católica es noticia. Pero, pensándolo bien, tal “privilegio” no debería molestar a un creyente. Quien se indigna por los actos malos de un sacerdote, más que por los de cualquier otro, es porque lo une a un ideal excelso que ha sido traicionado. El que considera más graves las culpas “romanas”, respecto a otras, es porque vienen de una Iglesia de la que se esperaba algo muy distinto. Muchas invectivas anticlericales son en realidad protestas decepcionadas. Es incómodo, para los católicos, que el blanco privilegiado sea siempre y solo “el Vaticano”. Pero el que denuncia indignado las bajezas, es porque mide la grandeza del mensaje que desde allí se anuncia al mundo y que, creyentes o no, no se quiere ver embarrado.

lunes, 8 de marzo de 2010

MAS SOBRE "¡EDUCACIÓN, EDUCACIÓN!"...

Cuando fue Presidente, el Dr. Jorge Batlle armó una buena con su idea de "educar en valores". En una entrevista, por ejemplo, dijo:

"Hace un lote de años la discusión era entre religión y no religión. Ese punto fue superado en el Uruguay. Hoy, la discusión es entre valores y no valores. O sea los valores no son solamente propios de la educación religiosa de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. La religión hebrea también tiene valores; la musulmana también tiene valores: todas las religiones del mundo tienen valores. Los que no participamos de ninguna religión positiva y estamos acá también tenemos valores, ¿no verdad? Entonces, ¿qué quiere decir? El tema no es discutir si vamos a enseñar religión o no religión. El tema de la laicidad o no laicidad es si vamos a discutir, si vamos a enseñar o no, lo que son los valores. Ese es el asunto central: los valores. Porque si no, alcanza con tener y es mucho más importante ser. Se puede ser muy rico y muy atorrante y se puede ser muy pobre y muy digno. El tema es los valores, no la cantidad de cosas que vamos a tener".


Contrastan con estas ideas las de Vittorio Messori, que en una entrevista reciente explicaba:

"Norberto Bobbio, del cual he sido discípulo (estoy hablando de alguien que es considerado un gurú, un “Papa laico”, no ciertamente un clerical), decía a menudo en las clases de la Universidad de Turín: “La moral racional que nosotros proponemos es la única que tenemos, pero en realidad es irracional”. Es sencillo: ¿por qué se debería hacer el bien, antes que el mal, si haciendo el mal obtengo una ventaja y ninguna desventaja? No hay ninguna respuesta racional a esta pregunta. Si falta el clavo para colgar la ética, entonces ninguna ética es racionalmente posible. Ese clavo, que no puede venir más que de un Legislador fuera de nosotros, para el creyente es Dios".


Don Pepe, Presidente, da la impresión que hay bastante para conversar, ¿o no?

martes, 2 de marzo de 2010

¡EDUCACIÓN, EDUCACIÓN, EDUCACIÓN!...


Si algo quedó claro, en el discurso que pronunció ayer nuestro flamante Presidente, es la prioridad absoluta que le dará a la educación.

¡Bienvenido sea este propósito! Ya es tiempo de que en la educación pública que se imparte en Uruguay sea una realidad, como en otros países de Latinoamérica, este derecho fundamental consagrado en el Pacto de San José de Costa Rica:
Los padres, y en su caso los tutores, tienen derecho a que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.