lunes, 25 de mayo de 2009

MARIO, AMIGO SACERDOTE

Permítanme, por una vez, decir algo de los sacerdotes, este sector social que de un tiempo a esta parte es noticia en la prensa y no precisamente buena noticia. Y permítanme que lo haga sin pretensiones de justificar o no justificar, ni criticar ni aplaudir el celibato que libremente elegimos, porque de esto se están encargando los programas de radio y de TV, y buena parte del cyber espacio que ustedes y yo compartimos: de eso no quiero hablar, porque a la hora de elegir un tema es mucho más interesante contarles algo de la conversación que tuve ayer con un sacerdote amigo, mientras lo acompañaba en la espera del médico.
Digamos, por ponerle un nombre, que se llama Mario –es el único dato ficticio-, que tiene 30 y pico años, que lleva 3 de ordenado y que, por obvias razones de falta de sacerdotes, ya es párroco de una extensa parroquia urbana de la cual dependen 7 capillas a las que, naturalmente, también debe atender.
El caso es que hace dos semanas, Mario dijo: “No va más”. Lo dijo por la fuerza de los hechos, puesto que llevaba tres noches seguidas sin pegar ojo, cosa por demás sospechosa porque suele dormir como un bendito.
Enseguida del “no va más” fue a hablar con su obispo y, con su preocupado O.K., se retiró literalmente del mundanal ruido en una abadía argentina de benedictinos, llevando consigo algunos libros y un sabio diagnóstico médico: “¡Usted está muy pero muy cansado!”. La terapia para su mal fue ésta: duerma, duerma y duerma, y coma bien.
Mario, obediente, hizo los deberes a conciencia y, después de 15 días, volvió a la parroquia.
Ayer, mientras esperábamos al médico y hablábamos de lo sucedido, sacó de su cartera una hoja en la que tenía prolijamente anotado su plan mensual de actividades, que leí con atención.
- Primeros lunes, 20 horas: reunión de…
- Segundos martes, 17 horas: reunión con…
- Segundos miércoles, 19 horas, reunión con…
- Tercer lunes, 18 horas, idem de idem.
Así, medio folio. En otro apartado, las Misas que celebra: cada día, dos o tres, y los fines de semana nunca son menos de seis.
Por otra parte, claro está, bautismos, preparación para el matrimonio y casamientos, visitas a los enfermos y los mil y un imprevistos que son lo normal en la vida de cualquier sacerdote.
Al devolverle su hoja de actividades, recordé este refrán que Mario no conocía y que le hizo reír: “Perrito de muchas bodas, no come en ninguna por comer en todas”…
Esto es lo que yo quería contarles hoy, que es mucho más interesante, en mi modesta opinión, que estar discutiendo el celibato sacerdotal. (Entre paréntesis: ¿alguien juzgaría razonable que, además de ese sinfín de actividades, el sacerdote debiera atender a su propia familia?... ¡Otra que “perrito de muchas bodas”!… ¡Sería de locos! Cierro el paréntesis, disculpen).
Me parece formidable que dentro de un mes empiece en la Iglesia un año dedicado a los sacerdotes. La idea fundamental del Papa, al convocarlo, es que llegue al Cielo la oración de toda la Iglesia pidiendo por Mario y compañía, que no son noticia, como se ve.

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