
La vida del obispo es movida, lo voy descubriendo. El 1º de diciembre celebré Misa en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima: entro en la iglesia, llena, con mitra y báculo (enorme). Un niño me mira con ojos como platos. Cantos, homilía que escuchan con Atención mayúscula... Aquel niño, al final, no duda en preguntarme: - ¿Vos sos el rey?...
El día 3, al caer la tarde, en el colegio Nuestra Señora del Verdún, un pesebre viviente en el que participaron TODOS los alumnos de los tres cursos de liceo (no es poco). Viviente de verdad: el niño que la Virgen sostenía en sus brazos tenía dos meses y dormía que era un encanto. El encanto se rompió al llegar los pastores con un cordero y tres chivos, balando y chiveando (?). El niño rompió a llorar... ¡hasta que la Virgen lo calmó! Conmovedor de verdad. Palabras del obispo, al final, que muchos agradecieron... ¡y de qué manera!
El lunes 6, fiesta de San Nicolás, estuve en Batlle, a dos horas y media de aquí, según me había dicho el párroco. Batlle-Nico Pérez o Nico Pérez-Batlle, porque el pueblo está dividido en dos. Pero lo importante es que celebraba la parroquia su fiesta patronal. Sin correr, llegué en dos horas desde Minas. ¡Lástima! Los jinetes, que iban a esperar al obispo a las diez y media de la mañana, como llegó antes no acudieron (mejor, la verdad sea dicha, porque si llegan a pedirle que él también entrara a caballo en el pueblo, mala cosa para un jinete desentrenado). En el colegio, emoción completa: los niños lo esperaban con su escudo episcopal en los banderines y con canciones de bienvenida. Dios mío, ¡qué buena es la gente y qué fe tienen!
Visita al colegio y al CAIF: niños muy pobres, de dos y tres años, comiendo fideos con carne, te ofrecen: - ¿Vos terés?... - No, gracias, el obispo va a almorzar con el consejo parroquial: 8 señoras y 2 hombres, que están dejando horas y horas por los demás.

Después de la comida, a las 3 de la tarde, en el salón de actos de la parroquia, repleto, una representación de lo que había sido el año desde el ángulo pastoral, centrada en la corona de Adviento: cuatro adolescentes, metido cada uno en una bolsa y con una lámpara encendida en la cabeza, le dieron pie al obispo para que en la Misa, que celebró al terminar, hablara de esos cuatro personajes que desarrollaron su papel estupendamente: en silencio, con la luz prendida, alumbrando...
Al terminar la Misa llegó la noticia de que había fallecido una señora muy anciana, con fama de santa. El obispo fue al velorio y rezó delante de su cuerpo, arrolladito en una pobre cama. Pegadas en la pared, tres cuadros gastadísimos del Sagrado Corazón y una foto del Papa. Encima de la cómoda, una imagen de la Virgen del Carmen. Y esa mujer santa se muere el día del santo Patrono, mientras el sacerdote celebraba la Misa. Era obvio que Dios estaba allí.
La última visita, al esposo de una maestra del colegio que hace dos meses que adelgaza día a día y no le dan en la tecla. Estaban con él su mujer y una de sus hijas, Verdún de nombre: estamos en Minas.
El obispo llegó a su casa a las diez de la noche, trayendo consigo un nido de hornero como el de la foto, engarzado en unas ramas. Cuando se lo entregaron, uno de los responsables laicos de la parroquia leyó el siguiente texto, que reclama meditación continua por parte del obispo: "Te damos gracias, Padre, porque continúas dándonos a tu Hijo Jesús, como Pan vivo y a través de la presencia de nuestro obispo Mons. Jaime. Así como el hornero -poco a poco, con perseverancia-, construye su nido para cobijar a sus hijos, también tú como nuestro Pastor moldearás con amor nuestra Iglesia de Minas. Con este signo nos comprometemos a disponer nuestro corazón y unirnos a ti en la búsqueda de la santidad".