lunes, 5 de octubre de 2009

UNA PERLA ESPIRITUAL



EL CLERO ORIENTAL tiene un público más amplio de lo que pensaba. Lo digo porque hoy entrego un documento que me pasó una periodista lectora. Me dijo que, en 1998, trabajando para un artículo sobre la Iglesia, lo encontró en el archivo de la Catedral. Es de Monseñor MARIANO SOLER, primer arzobispo de Montevideo, y lo encontró "tan bueno" que lo copió todo. ¡Excelente iniciativa! Le pedí más datos sobre este Memorandum, pero no los tenía: sólo me dijo que se encontraba entre otros papeles, y que debió tratarlo con mucho cuidado porque era el original y estaba muy quebradizo. Con el agradecimiento a la descubridora de esta "perlita" -así definió el escrito, con razón- invito a meditarlo.




1. Piensa que no eres nacido para la tierra y sus vanidades. ¡Tanto te pegas a las cosas de este bajo suelo que nada valen y tan poco a las del Cielo! Respice finem. ¡Qué negocio más grande e importante que el de la eternidad, tu salvación! Esta es la ciencia de los santos, la sabiduría por excelencia, la ciencia de la vida. “Procurar mi fin a cualquier costo”, porque si no, todo está perdido.

2. ¿Quieres como debes ser santo y ganar muchos méritos? Haz todo por amor de Dios, por agradarle. ¿Te repugna alguna obligación? Hazlo por amor de Dios. ¿Estudias? ¿Cumples con tu ministerio?, ¿Comes, te recreas etc? Sea todo por agradar a Dios. Dulce más que la miel es la mortificación cuando es sufrida por amor de Dios. Por eso ¡cuánto gozaban los mártires al ser quemados vivos! ¡Y tú no quieres sufrir nada!...

3. Para tener santa paz y gozar de medio paraíso en la tierra, sea tu máxima: “conformidad con la voluntad divina en todo”. Sufrimiento por tanto, en las adversidades, alegría y valor en las tribulaciones y generosidad para con tu Dios en hacer siempre y bendecir su santa voluntad. La indiferencia en todo, recomendada por los santos, consiste en el abandono a la divina voluntad, no en la inercia, apatía y misantropía. ¿Quién más activo, social y sensible que un san Francisco de Sales y una santa Teresa de Jesús?

4. ¿Quieres, como debes, mantenerte en gracia, sin pecado? Jamás dejes de hacer oración mental, y esto aunque experimentes suma aridez. No la omitas nunca, si no es que te lo impide alguna vez tu ministerio (pero en este caso súplanla fervientes jaculatorias), porque es dejar a Dios por Dios. Y si a pesar de ello llegas a caer, pronto te levantarás; porque todo puede estar junto, menos oración mental y pecado.

5. Ya que es tanta tu flaqueza, ve quitándote los defectos con examen cotidiano particular, empezando por ejemplo, por los más dominantes, por los pecados capitales, etc. Examínate igualmente cómo haces la meditación, dices el Santo Oficio y la Misa. Jamás olvides el santo Rosario si quieres ser verdadero devoto de María, a quien debes recurrir en todas tus necesidades.

6. Al celebrar o consagrar, para crecer en amor de Dios y horror al pecado, acuérdate que el Dios que tanto has ofendido, en vez de arrojarte al infierno, te hizo ministro suyo. ¡Qué ingratitud si le ofendes más! Al consumir pídele la gracia de conservarte puro y ser su verdadero ministro.

7. Para conservarte en el santo temor de Dios y corregir tu vida, haz todos los años los Santos Ejercicios y un día de retiro con la frecuencia que puedas.

8. Para conservar siempre la tranquilidad e igualdad de espíritu, no sólo procurarás resolver y determinar en todas las cosas lo que más sea del agrado y servicio de Dios, sino también procurar la santa indiferencia, cualquiera sea el éxito. Por tanto, jamás emprendas cosa alguna sin consultarla con Dios y con algún sacerdote espiritual, celoso e ilustrado.

9. Debes, como ministro de Dios, ser celoso por la gloria del Señor y salvación de las almas, y no debes arredrarte por las dificultades del apostolado. Aparéjate, pues, con fortaleza en el cumplimiento de tu cargo, para ser contrariado y perseguido por el mundo y quizás por los mismos eclesiásticos, que a las veces lo permita Dios para mayor acrisolamiento de la virtud. Entonces acuérdate que eres ministro de Cristo crucificado.

10. Debes ser celoso, pero no idólatra del propio buen nombre. Las injurias y calumnias con el desprecio se desvanecen, con la ira se les da importancia. ¡Cuán manso no debe ser un ministro del mansísimo Cordero! Procura dar edificación al prójimo aún en el trato, evitando ligerezas y chabacanerías secularescas. Sé dulce, pero grave en el trato y conversación con los demás.

11. La peor falta del hombre público es estar de mal humor. Muéstrate y sé benigno y afable con todos; así lo exige la caridad cristiana, pues ¿qué otra cosa es la urbanidad, sino la caridad aplicada a las costumbres?

1 comentario:

P. Agustin Bollini IVE dijo...

Gracias Señor por la clara y medida sabiduria que has inspirado en M.Mariano Soler, para ayudarnos a vivir santos, en nuestro ministerio sacerdotal.