miércoles, 28 de octubre de 2009

SOBRE LOS ANGLICANOS

A la espera de la Constitución Apostólica que regulará la incorporación de los anglicanos a la Iglesia Católica, es interesante el artículo de THE TIMES, de Londres, publicado el día 22.


400.000 anglicanos en todo el mundo buscan la unidad inmediata con Roma

Ruth Gledhill, Sophie Tedmanson, Giles Whittell y Richard Owen



Los líderes de más de 400.000 anglicanos que no están con el sacerdocio de las mujeres han de buscar la inmediata unión con Roma, acogiéndose a la Constitución Apostólica anunciada por el Papa Benedicto XVI. Ellos serán los primeros en acceder a esta opción, que permitirá a los anglicanos incorporarse a un "ordinariato" por el cual estarán en plena comunión con los católicos romanos, manteniendo elementos de su identidad anglicana.


La decisión del Papa es considerada por algunos anglicanos como uno de los acontecimientos más espectaculares de la cristiandad, desde que la Reforma Protestante dio a luz a la Iglesia de Inglaterra hace 400 años.


El arzobispo John Hepworth, Primado de la Comunidad Anglicana Tradicional, que lideró las negociaciones con la Congregación para la Doctrina de la Fe en Roma, dijo que estaba "profundamente conmovido" por la decisión del Papa y de inmediato buscará la incorporación del grupo de 400.000 miembros en todo el mundo. Asimismo describió el acontecimiento como "un momento de gracia, tal vez incluso un momento de la historia".


Los anglicanos practicantes también buscan protegerse del liberalismo al abrigo de Roma. Se teme que la propuesta podría significar un soplo de muerte para la fuerte comunidad anglicana de 77 millones de personas, que ya han tenido que enfrentarse con el cisma producido por la ordenación de homosexuales.


500 miembros del grupo tradicionalista “Adelante en la Fe”, que se opone al episcopado de las mujeres, se reunirán este fin de semana para discutir la propuesta del Papa de acoger al laicado anglicano y a los sacerdotes casados.


Muchos están esperando la publicación, por parte de Roma, de las normas sobre cómo proceder, antes de tomar una decisión. Los involucrados creen que la nueva solución canónica de Roma a la crisis anglicana podría tentar a diócesis enteras y posiblemente incluso a una provincia.


Después del Sínodo General de 1992, en el que se aprobó la ordenación de mujeres sacerdotes, más de 440 sacerdotes dejaron la Iglesia de Inglaterra, la mayoría para ir a Roma. Más de 30 han regresado.


Ahora el Papa ha hecho más atractivo el cambio, ofreciendo a los anglicanos una solución universal que les permite conservar aspectos esenciales de su identidad y crear los seminarios en los que probablemente capacitarán a los hombres casados para el sacerdocio católico. Pero cualquier clérigo en ejercicio enfrentaría una reducción considerable de ingresos. Un clérigo en la Iglesia de Inglaterra tiene un sueldo de 22.250 libras y vivienda sin costo. Los sacerdotes católicos ganan aproximadamente 8.000 libras, pagadas por su parroquia. En algunas parroquias no se puede siquiera pagar eso. El Arzobispo de Canterbury, Dr. Rowan Williams, indicó que no habría compensación económica.


El Dr. Michael Nazir-Ali, antes católico y retirado este año como Obispo Anglicano de Rochester, dio la bienvenida a la “generosidad de espíritu” de Roma al reconocer el patrimonio anglicano. Pero dejó claro que será necesario resolver muchas situaciones antes de tomar decisiones. Los dos obispos designados por el Arzobispo de Canterbury para ocuparse de los opositores al sacerdocio de las mujeres, dijeron que este no es tiempo para “decisiones repentinas”.
Andrew Burnham, obispo de Ebbsfleet, y Keith Newton, obispo de Richborough, que fueron el año pasado a Roma a iniciar las negociaciones con la Congregación para la Doctrina de la Fe, manifestaron: “Los anglicanos de la tradición católica querrán permanecer comprensiblemente dentro de la comunidad anglicana. Otros desearán actuar personalmente según su conciencia. Otro grupo comenzará a formar una caravana, como el pueblo de Israel cruzaba el desierto en busca de la Tierra Prometida.” En los Estados Unidos, un escritor de la revista jesuita America expresó su temor de que algunos recién llegados se vuelvan “nostálgicos, intolerantes anti-feministas y anti- gays”.


En la Universidad de Notre Dame, en Indiana, los eruditos pronosticaron una migración de católicos hacia el nuevo rito católico anglicano, debido a la inesperada libertad que concedería para casarse. El profesor Lawrence Cunningham calificó al movimiento del Vaticano como un “sensacional” respaldo a los sacerdotes casados, agregando que podría tener inmediatas repercusiones para los católicos. Se podría plantear nuevamente esta pregunta: “Si ellos pueden, ¿por qué no los sacerdotes de Roma?”


El arzobispo Robert Duncan, de la Iglesia Anglicana de Norteamérica, que rompió con la Iglesia Episcopal luego de la ordenación del gay Gene Robinson como obispo de New Hampshire, dijo: “Nos alegramos de que la Santa Sede haya abierto esta puerta, que representa otro paso en la cooperación y la relación entre nuestras iglesias.”


En Roma, Vittorio Messori, que ha escrito libros con el Papa, dijo que la comunidad anglicana ya estaba perdiendo seguidores debido a las mujeres y gays sacerdotes. Dijo que “en Londres van más musulmanes a las mezquitas que anglicanos a la iglesia”. “La migración de medio millón de anglicanos hacia Roma confirmará solamente esta tendencia.” (Trad. Elena Gómez)

jueves, 22 de octubre de 2009

COMENTARIO DE URGENCIA

Hace un rato, mientras pensaba en estas líneas que ahora escribo, caí en la cuenta de que hoy es 22 de octubre. Entonces se me hizo la luz.
Tenía la idea de hacer uno de esos comentarios que en la jerga periodística se llaman “de urgencia”: salta una noticia de especial relieve y, aun cuando no haya todavía suficiente información, se escribe un suelto que, al menos, ayude al lector a enmarcar el hecho en su contexto.
Se imaginan: ¿cómo no hablar de la decisión del Papa de erigir Ordinariatos Personales para los anglicanos que quieran incorporarse a la Iglesia Católica? Benedicto XVI ha sorprendido a todo el mundo –expertos vaticanistas incluidos, que no pudieron adelantar nada de un proyecto llevado adelante con ejemplar discreción- tomando una decisión histórica que, de un plumazo, resolverá un cisma de cinco siglos.
Ayer, después de leer la información sobre la rueda de prensa del Cardenal Levada, en la que anunció la decisión del Papa y la próxima publicación de la Constitución Apostólica con la que serán reguladas estas estructuras jurídicas, además de darle gracias a Dios y al Venerable Cardenal John Henry Newman, que pronto será Beato y seguramente ha tenido mucho que ver en este asunto, le dí gracias a Dios y recé especialmente por el Papa: “Dominus conservet eum et vivificet eum…” Pero fue hace un rato, como decía, cuando caí en la cuenta de que hoy es 22 de octubre.
Este día, en el año 1978, Juan Pablo II empezó oficialmente su pontificado. ¿Cómo no recordar su voz enérgica y animante, que aseguraba a todos los hombres: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo! ¡Abridlas de par en par! ¡No tengáis miedo!”. Aquella exhortación suya ha pasado a la Historia, pero no es historia: es un presente continuo.
¿Qué ha hecho Benedicto XVI, sino seguir al pie de la letra a su antecesor? Sin ningún miedo a las críticas que sin duda le llegarán, el Buen Pastor acaba de abrir la Puerta, para que puedan entrar por ella cientos de miles de ovejas que andaban perdidas desde hace siglos. Les ha dicho, simplemente: Follow Him!

sábado, 17 de octubre de 2009

NUEVO MISAL

La Conferencia Episcopal Uruguaya acaba de promulgar un decreto por el cual, a partir del 1º de abril de 2010, “para la celebración de la Santa Misa (Misal Romano y Leccionarios) habrá de utilizarse la versión de estos libros que ahora se establecen y que recogen el uso verbal «ustedes», quedando derogado el uso del «vosotros», del «Vos» u otros. Es decir, tanto para las lecturas como para las oraciones prescriptas incluyendo la fórmula para la consagración, han de usarse estos textos que fueran aprobadas por la Santa Sede y no otros”.

El decreto es consecuencia de que “la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Argentina, en fraterna colaboración con las Conferencias Episcopales de Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay, ha concluido la traducción de los libros litúrgicos”, iniciativa que estuvo motivada por el deseo de “alcanzar una traducción de los libros litúrgicos adecuada al modo de expresarse usado actualmente”.

Conocida la noticia, adapté (no tengo aún el nuevo Misal) las palabras de la Consagración:

Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por ustedes.

Tomen y beban todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que será derramada por ustedes y por todos los hombres
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.

Seguramente dará buenos frutos el nuevo Misal, pero no puedo dejar de preguntarme: ¿no estábamos, con el Papa a la cabeza, en que urge recuperar la sacralidad de la Misa, la manifestación reverente del misterio? ¿No es el lenguaje el modo más elemental de expresarlo? ¿Lo favorece el “ustedes” de la Consagración? ¿Es que sólo los sacerdotes, al recitar la Liturgia de las Horas, conocemos el “vosotros” y los verbos conjugados en castellano? ¿Es que no lo hemos hecho todos desde siempre, para subrayar solemnemente lo que decimos? Los ejemplos sobran: desde “mi autoridad emana de vosotros”… hasta “¡tiranos, temblad!”. En fin, después de tantos años de reforma litúrgica y de tantísimos cambios, ¿no hubiera sido mejor conservar, al menos, la traducción clásica de la fórmula de la Consagración?
Por lo que a mí se refiere, “oboedientia tutior”, naturalmente. Pero no les oculto las ganas que tengo de que Cristo celebre en el inalterable idioma de su Iglesia (yo le prestaré mi voz) el sacrificio sublime de su Cuerpo y de su Sangre:

ACCIPITE, ET MANDUCATE EX HOC OMNES:
HOC EST ENIM CORPUS MEUM,
QUOD PRO VOBIS TRADETUR.

ACCIPITE ET BIBITE EX EO OMNES:
HIC EST ENIM CALIX SANGUINIS MEI
NOVI ET AETERNI TESTAMENTI:
QUI PRO VOBIS ET PRO MULTIS EFFUNDETUR
IN REMISSIONEM PECCATORUM.

HOC FACITE IN MEAM COMMEMORATIONEM.

miércoles, 14 de octubre de 2009

VASIJA DE BARRO (2)


Tal era el primer obstáculo que me impedía convertir en costumbre ese examen de pocos minutos. La segunda dificultad provino de este especioso y viejo pretexto: “muy ocupado”. Estuviera haciendo lo que fuera, antes de la comida del mediodía, ya se tratara de una visita parroquial, ya de un trabajo de oficina, ya de cualquier visita, siempre me parecía imposible deshacerme de ello hasta la misma hora de comer. El Angelus iba a sonar enseguida. Y ¿dónde encontrar tiempo para el examen? Se arregló esto por sí solo al venirme la idea (gracias, Dios mío) de retardar quince minutos la comida y, entonces, pasar a la iglesia esos quince minutos antes de sentarme a la mesa. ¡Fue tan sencillo y tan fácil! Ahora, mi trabajo de la mañana lo tengo ordenado de tal modo que no termino a las doce, sino a las doce menos cuarto. Es sorprendente comprobar cómo el visitante más contumaz se retira de muy buena gana, al decirle: “Tengo ahora que ir a la iglesia”; se va menos descontento, estoy seguro, que si me excusara con la comida.
“¡Muy ocupado!” Esta escapatoria no la he logrado eliminar por completo. Una y otra vez tengo que hacer de esto el tema para mi examen. ¿Muy ocupado para quedar libre de mi primera, de mi única obligación que es esta de santificarme a mí mismo? ¿Es que perderían algo los feligreses si ocupara mi tiempo en hacerme un sacerdote mejor? Estoy metido hasta el cuello en reuniones, proyectos y actividades. Todas las noches está encendida la luz del salón parroquial. Tengo movilizados a todos los miembros de la parroquia, excepto perros y gatos. No tengo tiempo para mí mismo. Todo el mundo puede ver cómo me dedico a los feligreses, cómo me doy a ellos totalmente.
Entonces pienso en el Cura de Ars y, ¡zas!, se me derrumba el parapeto que con tanto afán había levantado para librarme del trabajo de mi propia santificación. ¿Cuántos boy scouts y cuántos campamentos de chicas tenía organizados el Cura de Ars? ¿Cuántos equipos, círculos y clubs? Quizá, si trabajase más en ser verdaderamente un buen sacerdote, un hombre de oración, de caridad, de sacrificio (por este orden), es posible que se viera más lleno mi confesonario y el comulgatorio más frecuentado, sin tener que recurrir a tantos sermones y circulares. No es que no tengan su importancia las actividades de la parroquia, sino que tengo que verlas en su perspectiva real y no permitir que el marco sea mayor que el cuadro.
Me construiré, por tanto, algunas barreras de defensa: barreras en torno al tiempo de mi meditación, de mi examen personal y de la lectura espiritual. Sobre ellas clavaré, en grandes letras, este cartel: “Prohibido pasar”, exactamente como hago para la comida y para el sueño. Antes de intentar seguir el ejemplo de san Pablo –ser todo para todos- me esforzaré en que viva en mí Cristo, y yo en Él. Es posible que haya procedido hasta ahora completamente al revés.
¡Oh, están al caer las doce y no he empezado el examen! Ni siquiera he rezado el
Veni, Sancte Spiritus! Sin embargo, quizá no haya perdido el tiempo. Aunque ya en otras ocasiones he pensado estas mismas cosas, por una vez más no pasará nada: tengo una cabeza tan dura, tan terriblemente dura…

sábado, 10 de octubre de 2009

VASIJA DE BARRO (1)



Del MEMORANDUM ESPIRITUAL de Monseñor Soler, que transcribí en el último post, me llamó especialmente la atención cómo insiste en la importancia del examen de conciencia. Y recordé lo que confesaba al respecto Leo J. Trese, en su libro Vasija de barro. Este sacerdote (1902-1970), uno de los más populares escritores espirituales norteamericanos, con sencillez y total sinceridad describe, hora por hora, un día típico de un párroco, desde que se levanta a las 6.30 hasta que se va a dormir a las once y media de la noche. Vasija de barro es un libro que suelo releer: me hace bien verme retratado por Trese con tanta fidelidad como buen humor. Sobre el examen de conciencia escribe esto, que entregaré en dos partes.

En este resquicio tan agradable de un cuarto de hora libre, lamentando por centésima vez haber sido tan empírico en lo que se refiere a lo espiritual, entro en la sacristía. Siempre me toca aprender a fuerza de duros golpes. A pesar de los directores del seminario y de los teólogos de ascética, he tenido que descubrir por mí mismo que uno tiene que meditar o perecer. Más tiempo aún me costó admitir la necesidad de mi examen de conciencia. Lo consideraba como privativo de las monjas y seminaristas, fuera de lugar en la vida de un sacerdote lleno de quehaceres. Poco a poco, sin embargo, me he ido dando cuenta de que la meditación no lo es todo. Los buenos propósitos desaparecen enseguida: a las siete de la mañana me parecía estar en otro mundo; pero a las siete de la tarde de nuevo me sentía muy de éste. Está completamente claro que mi ascética personal tenía el mismo defecto que mi juego de bolos: falta de continuidad en el esfuerzo.
Pienso maravillado, mientras mis rodillas tratan de apoyarse cómodamente en las gradas del altar, en el poder de la gracia divina que consigue ablandar una cabeza tan dura como la mía. Al fin decidí esforzarme en mi examen diario de conciencia. Fue un esfuerzo que se libró del fracaso y del abandono por un estrecho margen, aunque quizás sólo fuera estrecho sólo al parecer, ya que tal margen era nada menos que la gracia de Dios.
Dos dificultades se presentaron al principio. La primera, que tardé en reconocer, fue mi vanidad y mi orgullo. Para el examen, esos pocos minutos me parecía un tiempo exagerado en extremo. Por raro que parezca, me resultaba sumamente fácil ocupar una hora reflexionando sobre el lado bueno de mis supuestos talentos y éxitos, y no era capaz de llenar cinco minutos, por mucha y sincera voluntad que pusiera en ello, pensando en mis defectos. Bueno, no es que yo pretendiera ser un santo; sin embargo, me parecía sinceramente que estaba corriendo a buena media. Aún ahora veo que se sonroja mi cara, con merecida vergüenza, al recordar que tenía a veces que rezar el rosario durante el examen personal, porque ¡no encontraba nada de particular en qué pensar!
Afortunadamente para mí, aguanté bastante tiempo hasta que la bruma empezó a desempañarse del espejo y comencé a verme como era. Ahora comprendo bien por qué durante tanto tiempo quise evadirme del examen personal: tenía mi “hombre viejo” el presentimiento y el temor de una posible revelación. No agrada, aunque sólo sea por una vez, verse sorprendido en mentira. Pero esta guía austera y despiadada que se llama examen de conciencia me agarraba siempre cuando estaba más agradablemente ilusionado.

lunes, 5 de octubre de 2009

UNA PERLA ESPIRITUAL



EL CLERO ORIENTAL tiene un público más amplio de lo que pensaba. Lo digo porque hoy entrego un documento que me pasó una periodista lectora. Me dijo que, en 1998, trabajando para un artículo sobre la Iglesia, lo encontró en el archivo de la Catedral. Es de Monseñor MARIANO SOLER, primer arzobispo de Montevideo, y lo encontró "tan bueno" que lo copió todo. ¡Excelente iniciativa! Le pedí más datos sobre este Memorandum, pero no los tenía: sólo me dijo que se encontraba entre otros papeles, y que debió tratarlo con mucho cuidado porque era el original y estaba muy quebradizo. Con el agradecimiento a la descubridora de esta "perlita" -así definió el escrito, con razón- invito a meditarlo.




1. Piensa que no eres nacido para la tierra y sus vanidades. ¡Tanto te pegas a las cosas de este bajo suelo que nada valen y tan poco a las del Cielo! Respice finem. ¡Qué negocio más grande e importante que el de la eternidad, tu salvación! Esta es la ciencia de los santos, la sabiduría por excelencia, la ciencia de la vida. “Procurar mi fin a cualquier costo”, porque si no, todo está perdido.

2. ¿Quieres como debes ser santo y ganar muchos méritos? Haz todo por amor de Dios, por agradarle. ¿Te repugna alguna obligación? Hazlo por amor de Dios. ¿Estudias? ¿Cumples con tu ministerio?, ¿Comes, te recreas etc? Sea todo por agradar a Dios. Dulce más que la miel es la mortificación cuando es sufrida por amor de Dios. Por eso ¡cuánto gozaban los mártires al ser quemados vivos! ¡Y tú no quieres sufrir nada!...

3. Para tener santa paz y gozar de medio paraíso en la tierra, sea tu máxima: “conformidad con la voluntad divina en todo”. Sufrimiento por tanto, en las adversidades, alegría y valor en las tribulaciones y generosidad para con tu Dios en hacer siempre y bendecir su santa voluntad. La indiferencia en todo, recomendada por los santos, consiste en el abandono a la divina voluntad, no en la inercia, apatía y misantropía. ¿Quién más activo, social y sensible que un san Francisco de Sales y una santa Teresa de Jesús?

4. ¿Quieres, como debes, mantenerte en gracia, sin pecado? Jamás dejes de hacer oración mental, y esto aunque experimentes suma aridez. No la omitas nunca, si no es que te lo impide alguna vez tu ministerio (pero en este caso súplanla fervientes jaculatorias), porque es dejar a Dios por Dios. Y si a pesar de ello llegas a caer, pronto te levantarás; porque todo puede estar junto, menos oración mental y pecado.

5. Ya que es tanta tu flaqueza, ve quitándote los defectos con examen cotidiano particular, empezando por ejemplo, por los más dominantes, por los pecados capitales, etc. Examínate igualmente cómo haces la meditación, dices el Santo Oficio y la Misa. Jamás olvides el santo Rosario si quieres ser verdadero devoto de María, a quien debes recurrir en todas tus necesidades.

6. Al celebrar o consagrar, para crecer en amor de Dios y horror al pecado, acuérdate que el Dios que tanto has ofendido, en vez de arrojarte al infierno, te hizo ministro suyo. ¡Qué ingratitud si le ofendes más! Al consumir pídele la gracia de conservarte puro y ser su verdadero ministro.

7. Para conservarte en el santo temor de Dios y corregir tu vida, haz todos los años los Santos Ejercicios y un día de retiro con la frecuencia que puedas.

8. Para conservar siempre la tranquilidad e igualdad de espíritu, no sólo procurarás resolver y determinar en todas las cosas lo que más sea del agrado y servicio de Dios, sino también procurar la santa indiferencia, cualquiera sea el éxito. Por tanto, jamás emprendas cosa alguna sin consultarla con Dios y con algún sacerdote espiritual, celoso e ilustrado.

9. Debes, como ministro de Dios, ser celoso por la gloria del Señor y salvación de las almas, y no debes arredrarte por las dificultades del apostolado. Aparéjate, pues, con fortaleza en el cumplimiento de tu cargo, para ser contrariado y perseguido por el mundo y quizás por los mismos eclesiásticos, que a las veces lo permita Dios para mayor acrisolamiento de la virtud. Entonces acuérdate que eres ministro de Cristo crucificado.

10. Debes ser celoso, pero no idólatra del propio buen nombre. Las injurias y calumnias con el desprecio se desvanecen, con la ira se les da importancia. ¡Cuán manso no debe ser un ministro del mansísimo Cordero! Procura dar edificación al prójimo aún en el trato, evitando ligerezas y chabacanerías secularescas. Sé dulce, pero grave en el trato y conversación con los demás.

11. La peor falta del hombre público es estar de mal humor. Muéstrate y sé benigno y afable con todos; así lo exige la caridad cristiana, pues ¿qué otra cosa es la urbanidad, sino la caridad aplicada a las costumbres?

viernes, 2 de octubre de 2009

2 de octubre, cumpleaños del Opus Dei

Hoy, fiesta de los santos Ángeles Custodios, el Opus Dei cumple 81 años: fue el 2 de octubre de 1928 cuando Josemaría Escrivá de Balaguer, un joven sacerdote secular de 26 años, mientras hacía los Ejercicios Espirituales de la diócesis de Madrid, vio con una extraordinaria claridad divina que debía abrir en la Iglesia un camino de santidad para quienes viven en el mundo: santificando el trabajo, santificándose en el trabajo y santificando a los demás con su trabajo.
El “trabajo profesional” del sacerdote es su ministerio sacerdotal… ¿Puede encontrar en él el modo de llegar a la santidad?
San Josemaría, que fue canonizado el 6 de octubre de 2002, lo consiguió. En este “Año Sacerdotal”, sus propias experiencias y enseñanzas, dirigidas más específicamente a los sacerdotes seculares, pueden dar pie a muchos ratos de meditación.
En el libro Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer está recogida la entrevista Espontaneidad y pluralismo en el Pueblo de Dios, publicada en su día en la revista “Palabra”.
En el volumen Amar a la Iglesia se encuentran tres meditaciones suyas sobre esa, su su pasión dominante: Lealtad a la Iglesia, El fin sobrenatural de la Iglesia y Sacerdote para la eternidad.
Le pido a san Josemaría que encienda en nuestros corazones un renovado deseo de santidad: creo que es de rabiosa actualidad lo que escribió en Camino hace muchos años: "Un secreto. -Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos..." (n. 301).