martes, 26 de octubre de 2010

CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL

Ayer estuve en Minas, la primera desde que supe que el Papa me había nombrado Pastor de esa diócesis. Antes de irme al retiro en Buenos Aires habíamos arreglado con monseñor Rodolfo Wirz, Administrador Apostólico de Minas desde que la sede quedó vacante, que haríamos "un asadito" con los sacerdotes de la diócesis, para conocernos...

No fue "asadito". En su lugar, el párroco de la Catedral se encargó de organizar un almuerzo bastante parecido a "La fiesta de Babette", no sé si vieran esta estupenda película. Uno de los comensales, mientras se servía unos magníficos raviolones con salsa a la Carusso, después del aperitivo y un primer plato de fiambres, comentó: - ¡Qué bien se ve el mundo!, ¿verdad? Estuvimos todos de acuerdo.

En un tiempo en el que abundan las visiones negras, el encuentro de ayer fue un oasis. Dicho de otra manera: en lugar de las clásicas "pálidas" que abundan por doquier, lo que recibí en la reunión previa al almuerzo y durante y después, fue un baño de "cálidas": alegría fraterna, ilusiones de apostolado, programación de actividades...

Hice la oración de la tarde en la Catedral, delante del Santísimo y también mirando a la Inmaculada Concepción que la preside. Le di gracias a Dios, sobre todo, por el sentido sobrenatural de los sacerdotes: la verdad es que, sin él, sin fe, en definitiva, no se entiende que llegue un cura desconocido y lo reciban con tanto cariño, qué quieren que les diga.

Lo inesperado fue que apenas había empezado mi oración, cuando oí voces de niños que entraban en la Catedral... Me asomé a la nave y vi que en varias filas de bancos se acomodaban unos cuarenta niños y niñas, con su clásico guardapolvo blanco y su moña azul, y algunas señoras maestras. Me dijo el P. Pablo, que los acompañaba, que era una excursón de chicos de una escuela de Canelones: ellos habían querido conocer por dentro la Catedral.

Les dije entonces unas palabras y los animé a rezarle a Jesús y a la Virgen... Una niña de 9 o 10 años me soltó: - ¿Y cómo se reza? Les expliqué a todos que rezar es hablar a Dios de los que les pasa, de lo que necesitan..., y también que hay oraciones como el Padrenuestro y el Avemaría, que son preciosas, que las deberían aprender... Entonces las recé yo en voz alta... y nadie me respondió.

Hasta hoy no puedo olvidarme de esa criatura que, antes que con las palabras, estaba pidiendo con los ojos lo más cálido que hay en el mundo.




3 comentarios:

Unknown dijo...

Fuerza!!Monseñor
Bendiciones!!

Mónica de Chaparro de Asunción-Paraguay

j.a.varela dijo...

Don Jaime: con esta "conversación en la Catedral" no creo que consiga el nóbel de literatura. Y ni falta que hace. La niña de los ojos cálidos y todos los demás que allí estaban, se llevaron un premio mucho más valioso. Aunque no se hayan dado cuenta.

Inés dijo...

¡Gracias, gracias, gracias!