Esta mañana, en su habitual Audiencia de los miércoles, el Papa habló de un personaje del que yo no conocía ni su existencia: Simeón el Nuevo Teólogo, que vivió entre los años 949 y 1022, y que es muy apreciado por la Iglesia Ortodoxa.
Benedicto XVI aprovechó para subrayar la importancia de tener un Director espiritual. Y me parece que, para alcanzar el objetivo de las nuevas vocaciones sacerdotales que tanto necesitamos, deberíamos encontrar el tiempo para dedicarnos a este "oficio" capital. Dijo el Papa:
En el camino de vida ascética propuesto y recorrido por (Simeón el Nuevo Teólogo), la fuerte atención y concentración del monje sobre la experiencia interior, confiere al Padre espiritual del monasterio una importancia esencial. El mismo joven Simeón, como he dicho, había encontrado un director espiritual que lo ayudó mucho y del cual conservó una grandísima estima, tanta que le reservó, después de su muerte, una veneración incluso pública. Quisiera decir que sigue siendo válido para todos –sacerdotes, personas consagradas y laicos, y especialmente para los jóvenes- la invitación a recurrir a los consejos de un buen padre espiritual, capaz de acompañar a cada uno en el conocerse a sí mismo con profundidad, y llevarlo a la unión con el Señor, a fin de que su existencia se conforme cada vez más con el Evangelio. Para ir hacia el Señor necesitamos siempre una guía, un diálogo. No podemos hacerlo solamente con nuestras reflexiones. Y este es también el sentido de la eclesialidad de nuestra fe, el encontrar esta guía.
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