La historia es vieja como Noé, literalmente. Dice así: "Noé, que era labrador, fue el primero que plantó una viña. Bebió del vino, se embriagó y se quedó desnudo dentro de su tienda. (...) Entonces Sem y Jafet tomaron un manto, se lo echaron ambos al hombro, y andando de espaldas, con el rostro vuelto, cubrieron, sin verla, la desnudez de su padre" (Gn, 9, 20-23).
Lo que digo y subrayo hoy, que es el día después, es que yo también soy Noé, tú también eres Noé, y él y todos nosotros somos Noé. Y me vienen a los labios las palabras que leí hace años en "Camino": "Como los hijos buenos de Noé, cubre con la capa de la caridad las miserias que veas en tu padre, el Sacerdote" (n. 75).
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