Fabrice Hadjadj, un apellido nada fácil de pronunciar. Su portador suele decir que es « un judío de nombre árabe y de confesión católica ». Nació en 1971 en Nanterre. Sus padres fueron militantes revolucionarios maoístas en mayo del 68, y Fabrice, ateo y anarquista durante su adolescencia, siguiendo los pasos de Paul Claudel, de André Frossard y de tantos más, en 1998 se convirtió bruscamente al catolicismo.
Nuestro autor está casado y tiene cinco hijos. Es profesor de Filosofía y de Literatura, y enseña en liceos, en la Facultad de Filosofía comparada de París y en el seminario de Toulon. Este año, Fabrice Hadjadj publicó el libro LA FE DE LOS DEMONIOS, por el que recibió en Francia el premio 2010 de literatura religiosa. En la introducción escribe :
"Muchos cristianos piensan que sus enemigos más peligrosos están entre los libertinos y los lujuriosos, sin embargo, los demonios son ángeles e ignoran los placeres de la carne. Otros los buscarían entre los ateos o los agnósticos, pero los demonios creen, nos recuerda Santiago, y tiemblan. No hay un solo artículo de fe que no tengan por cierto. Quizás lo demoníaco no sea algo tan exterior como imaginamos. Este libro no es un tratado de demonología, sino una reflexión sobre la lógica del mal, un pequeño breviario de combate (y de vulnerabilidad), una lección de catecismo para, como dice San Pablo, aprender a “ejercer el pugilato, sin dar golpes en el vacío” (1 Co, 9, 26).
El libro está agotado en su edición en español, pero pronto lo repondrán. Aquí reproduzco la reciente entrevista que concedió Hadjadj al diario Le Figaro, en la que da respuestas poco convencionales sobre la crisis en la Iglesia.
- La Iglesia católica acaba de atravesar una crisis sin precedentes. ¿Cómo calificar el estado de ánimo de los católicos?
- Antes que nada, esta no es una crisis sin precedentes. Hubo otras, probablemente peores: la crisis arriana del sigo IV, el gran Cisma de Occidente, del sigo XIV, las costumbres escandalosas de algunos Papas como Alejandro VI Borgia, asesino, concubino y simoníaco, por tomar algunos ejemplos destacados. Estamos obligados a reconocer que la Iglesia no ha parado de atravesar crisis; en cierto modo está en su naturaleza. Miremos este hecho sin prejuicios y el fenómeno resulta casi increíble: mientras que todas las otras instituciones han sido sacudidas por las tempestades de la historia, he aquí que, después de dos mil años, « la barca de Pedro » sigue su ruta, con una sucesión apostólica ininterrumpida y una enseñanza que, en lo esencial, se ha desarrollado sin contradecirse. Esta longevidad excepcional supone una aptitud excepcional para recibir golpes.
- La imagen de la Iglesia se ha visto fuertemente afectada. ¿Cómo estimar la gravedad de este hecho?
- La Iglesia no es una “cover-girl”, una « modelo de tapa ». No vive de su imagen en los medios. Si esa fuera su intención, no buscaría hablar al fondo de los corazones, sino siguiendo la corriente. Pero es verdad que los crímenes cometidos por un sacerdote son infinitamente más graves que si los comete un profesor de Deportes, por ejemplo. Y esto es lo que puede legitimar la embestida mediática que se ha dado. Pero hay una paradoja, y es que si se ataca especialmente a la gente de Iglesia cuando se pervierte, es porque se tiene el instinto de la pureza especial de su misión.
Desde este punto de vista, la imagen de la Iglesia está más relacionada de lo que se cree con la santidad de la Iglesia, porque es entonces cuando el escándalo adquiere una gravedad sin comparación. Y Benedicto XVI, que sabe bien en qué consiste el misterio del sacerdote, encuentra esos crímenes mucho más terribles de lo que los medios no cristianos pueden concebir. Por esta razón ha querido que se aclaren del todo.
- De estos seis meses de turbulencias, ¿qué balance hace usted como intelectual que es?
- Es el mismo balance que podemos sacar después de 30 siglos de turbulencias, y más aún, si creemos que la bella armonía del mundo fue quebrantada desde su origen: no terminamos nunca con las crisis. Y, de alguna manera, eso no está mal. Usted sabe que la palabra « crisis » viene del verbo griego « krinein », que significa pasar por la criba o discernir. La situación de crisis nos impide dormirnos en los laureles. Nos empuja a plantearnos la cuestión del sentido, a escudriñar en nosotros mismos y a buscar un bien más vasto y más profundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario